16 de agosto de 2012

6 mil dolares cobra la comisaría 17 por prostíbulo

FOTO: Narco-prostìbulo Black en Ayacucho casi av Alvear.

El diario Clarín publicó un artículo donde se señala que gracias a escuchas telefónicas judiciales se descubre que los proxenetas hablan del pago de 4.000 dólares a jefes policiales de la comisaría 17. 
La tarifa por prostíbulo data de hace 13 años. Si pensamos en la inflación y el repudio mediático como social contra este corrupto e ilegal sistema de la explotación sexual, la trata y sus vínculos con el narcotráfico es notorio que la tarifa de la coima se elevó. 
Estamos hablando de mínimo 6.000 mil dólares para funcionar un prostíbulo en Recoleta. 
La causa que se inició sobre 5 ex comisarios, 4 ex subcomisarios y dos oficiales fue por 224 sobornos entre 1998 y 2000. Finalmente prescribió según el Tribunal Oral en lo Criminal 26. Los jueces son: Patricia Marcela Llerena, María R. Del Soccorro Lescano, y Manuel García Reynoso. 
Si pensamos mensualmente la recaudación ilegal por los 43 prostíbulos en Recoleta, solo por las comisarías de la PFA (esto no incluye división de narcóticos y ni división trata de personas) llega a una recaudación por mes de 287.000 mil  dólares, y al año 3.600.000 millones de dólares.  
Queda claro porque el dueño del narco-prostíbulo Black, Alberto Fernández, es llevado en la comitiva oficial a Angola.


En 1999, un hombre con problemas de desarrollo mental (cuando era chico su papá, policía, le había pegado accidentalmente un balazo en la cabeza) radicó una particular denuncia por fraude en la Comisaría 15a. de Retiro: dijo que había contactado a un servicio matrimonial para conocer a alguna chica pero, luego de concretada la cita, se le exigió que pagara una tarifa.

Ese episodio dio pie a una de las causas más emblemáticas en lo que se refiere a la relación entre prostíbulos y protección policial. El caso quedó a cargo del fiscal José María Campagnoli y del juez Alberto Baños, y en él hay escuchas muy comprometedoras en la que los proxenetas hablan del pago de coimas de hasta 4.000 dólares a policías de las comisarías 15a. y 17a. (Recoleta).

Luego de decenas de idas y vueltas, archivos y nulidades finalmente, en septiembre de 2010, la Sala I de la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional rechazó los últimos planteos de la defensa y dio el okey para que cinco ex comisarios, cuatro ex subcomisarios y dos oficiales fueran juzgados en debate oral por los delitos de “cohecho” (224 sobornos entre 1998 y 2000), “encubrimiento agravado”, ”incumplimiento de los deberes de funcionario público”, “omisión de persecución y represión de delincuentes” y “partícipes necesarios de infracción a la ley 12.331 de profilaxis antivenérea”.

Por entonces, el caso tuvo especial repercusión porque se descubrió, además, que uno de los acusados –el ex subcomisario Miguel Angel Fausto Colombo– había sido nombrado comisionado de la Policía Metropolitana cuando ya su procesamiento estaba firme. Finalmente, Colombo tuvo que dejar esa fuerza.

Luego de más de una década, la causa llegó a la etapa de debate y quedó a cargo del Tribunal Oral en lo Criminal 26. Parecía que se convertiría en la excepción a la regla. Pero no: el 30 de noviembre de 2011, los jueces de ese tribunal declararon la prescripción del expediente con un argumento que pocos días después fue apelado a Casación (donde sigue): dijeron que había pasado tanto tiempo entre la acusación y el juicio, que a los policías se le habían violado “las garantías de ser juzgados en un plazo razonable”.


Protección a prostíbulos: Las mayores causas contra la policías quedan trabadas en la Justicia

POR VIRGINA MESSI

Por nulidades, incompetencias o el paso del tiempo, las principales investigaciones terminan en la nada. En 5 megacausas sobre el tema hubo unos 100 policías imputados. Pero ninguna condena.

Sabían que en tres boliches de su jurisdicción se regenteaban mujeres y no lo denunciaron, aunque ése era su deber. Es más, de hecho encubrieron lo que ocurría en esos lugares. Y lo hicieron fraguando actas de control, usando para ello la identidad de personas que nunca supieron que figuraban como testigos en esos documentos.

Esta es la acusación con la que dos fiscales acaban de pedirle a la Justicia que procese a cuatro policías de la Comisaría 38a., del barrio porteño de Flores. Se trata de un comisario, dos subcomisarios y un subinspector que cumplieron funciones en esa seccional entre fines de 2008 y 2009, momento en que se detectaron las irregularidades.

Los cuatro policías (actualmente ex policías) lograron que el pasado 31 de mayo la jueza de Instrucción María Gabriela Lanz les dictara falta de mérito por los delitos de “omisión de denuncia”, “encubrimiento” y “falsificación de instrumento publico”.

La resolución fue apelada por el fiscal de Instrucción Fernando Fiszer y Marcelo Colombo, titular de la Unidad de Asistencia en Secuestros Extorsivos y Trata de personas (UFASE). Desde el 12 de junio, la cuestión está en estudio en la Sala IV de la Cámara Nacional de Apelaciones, que citó a las partes recién para el 21 de agosto.

El caso de la Comisaría 38a. parece seguir el mismo camino por el que ya se desbarrancaron otros grandes expedientes que involucraban a policías federales en el lucrativo negocio de la protección a prostíbulos.

A la hora de investigar este tipo emblemático de corrupción policial, los números nunca cierran: en al menos cinco megainvestigaciones, unos 100 policías fueron imputados. Algunos terminaron afuera de la fuerza, pero muy pocos llegaron a ser procesados y nadie fue condenado.

La causa de la Comisaría 38a., que ahora quedó en manos de la Sala IV de la Cámara del Crimen, está estrechamente relacionada, por ejemplo, con un importante expediente en el que, por un trabajo de la UFASE, a principios del año pasado quedaron bajo la mira 90 policías de 12 comisarías distintas de la Capital.

Esa denuncia, cuya investigación quedó a cargo de la jueza federal María Romilda Servini de Cubría, en su momento le costó el puesto a varios jefes policiales (había 6 comisarios y 15 subcomisarios imputados). Cuando el caso fue hecho público por Clarín –en su edición del 20 de marzo de 2011– la ministra de Seguridad de la Nación, Nilda Garré, decidió pasarlos a disponibilidad. Pero la cosa quedó allí, puertas adentro. La acusación formal contra los policías (fraguar sistemáticamente actas de control para encubrir prostíbulos) nunca tomó impulso. Aunque ya pasó más de un año, la investigación sigue “en trámite”. Se notificó a los imputados de la acusación en su contra, y ellos están haciendo sus descargos.

Fue a este megaexpediente al que terminó anexada la explosiva denuncia de Lorena Martins contra su padre, el ex agente de la SIDE Raul Martins, señalado desde hace décadas como uno de los dueños del sexo vip en la ciudad.

“Siempre digo que son socios (la Policía y su padre), porque uno es el que comete el delito y el otro es el que recibe el dinero para hacer caso omiso, como si no viera nada”, le dijo Lorena Martins a Clarín, el 15 de enero pasado.

Al menos uno de los comisarios implicados en su denuncia pidió el pase a retiro y se fue de la fuerza. Pero a nivel judicial no pasó nada de nada. La causa fue “archivada” por Servini de Cubría y actualmente se encuentra en la Cámara Federal, ya que fue apelada por el fiscal Marcelo Delgado el pasado 2 de mayo.

En los últimos tiempos, Martins incluso logró sacarse de encima uno de los expedientes más graves que había en su contra, y que amenazaba con mandarlo preso por proxeneta. Luego de dar vueltas durante 10 años por tribunales, en abril de 2011 el ex agente de inteligencia quedó libre de culpa luego de que el Tribunal Oral en lo Criminal 6 –a cargo del juicio– anulara todo al considerar que una de las primeras intervenciones telefónicas de la causa no había sido debidamente fundamentada.

Por nulidades, incompetencias de jurisdicción o el simple paso del tiempo , las investigaciones judiciales contra el poderoso y millonario negocio del sexo –complicidad policial incluida– pocas veces llegan a buen puerto.

Un último ejemplo reciente: el 15 de junio pasado, el fiscal Delgado le pidió al juez federal Sergio Torres que citara a declaración indagatoria a policías de las comisarías 1a., 19a., 25a. y 40a., acusándolos de proteger prostíbulos, argumentando que allí las mujeres eran víctimas de trata , por su extremo grado de vulnerabilidad . Durante uno de los allanamientos del caso se descubrió incluso que en uno de los departamentos investigados (en el barrio de Recoleta) estaban anotados en las paredes los números celulares de los móviles de la comisaría .

El juez Torres resolvió el 12 de julio. No abrió juicio sobre la responsabilidad policial pero, como consideró que no se estaba frente a un caso de trata, se declaró incompetente y pasó todo a la Justicia Penal Ordinaria. El fiscal apeló, la causa pasó a la Cámara, y así otro expediente comenzó a viajar de despacho en despacho. Un viaje que suele durar años, y terminar en la mismísima nada.


Un catálogo de delitos y penalidades
  
A la hora de acusar a los policías de proteger prostíbulos, la Justicia ha utilizado diferentes figuras penales, dependiendo de si los consideraron partícipes necesarios del delito (en pocos casos) o prestaron alguna colaboración para que se concretara, por acción u omisión. Por ejemplo, el artículo 265 fija penas de hasta 6 años de prisión al funcionario público que se interesara en cualquier “operación que intervenga por razón de su cargo”. La figura más usada, aunque difícil de probar, es la de cohecho (hasta 6 años de prisión). Otro delitos que se les suele imputar son “encubrimiento”, “incumplimiento de los deberes” (ambos con hasta 2 años de prisión) o “falsificación de instrumento público” (hasta 6 años).

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